El director Fernand Melgar, hijo de exiliados españoles, denuncia el drama de las deportaciones forzosas de inmigrantes - Su cinta participa en Locarno.
Se cuentan por decenas de miles en Suiza. Se les conoce familiarmente como "secondos", y son los hijos de los inmigrantes llegados en los años sesenta y setenta desde Italia, España o Portugal. Nacido en el seno de una familia de anarcosindicalistas andaluces exiliados tras la Guerra Civil, Fernand Melgar aún recuerda cómo siendo un niño clandestino en la Suiza de los años sesenta corría a esconderse debajo de la cama cada vez que alguien tocaba a la puerta.
Hoy, el niño emigrante se ha convertido en un prestigioso director de documentales que presenta a concurso en el Festival de Locarno Vuelo especial, una descarnada mirada a otro tipo de inmigración, más actual y llegada de otras latitudes, pero que a lo mejor no es tan distinta. En ella, Melgar introduce la cámara en el centro de detención de Frambois, donde los inmigrantes clandestinos llegan a pasar hasta dos años a la espera de la deportación forzosa con destino a sus países de origen, lugares del África subsahariana o de Kosovo.
Estas deportaciones fueron noticia en Suiza tras la muerte por paro cardiaco de un nigeriano en la pista del aeropuerto de Zúrich. Entonces el mundo supo que las repatriaciones forzosas se realizan con el inmigrante atado de pies y manos, y a menudo amordazado.
Vuelo especial parece continuar el trabajo emprendido con su anterior película, La fortaleza, que recibió el leopardo de oro en este mismo certamen en 2008. El filme retrata el mundo de los internos en un centro para demandantes de asilo. "No es una segunda parte, pero parece serlo a mi pesar", explica el cineasta ante una cerveza en Paravento, punto de encuentro nocturno de la fauna cinéfila que afluye estos días a Locarno. "La idea de la película nació en encuentros con estudiantes en edad escolar. Me di cuenta de que para ellos demandante de asilo equivale a delincuente, y derecho de asilo a abuso del sistema social. Constatar esta realidad me resultó muy perturbador, viniendo de donde vengo".
"Lo que me choca es que algunas de estas personas destinadas a la deportación forzosa llevan aquí 10 o 20 años. Cotizan, no dependen de la asistencia social y pagan impuestos. Su único crimen es carecer de un papel. Y conozco el tema porque yo fui un niño clandestino". Lo cierto es que el cineasta no es un utópico y reconoce que "no hay salidas fáciles al problema", al tiempo que recuerda que estas leyes se aplican porque "fueron votadas democráticamente por la mayoría de ciudadanos suizos".
Pese a su observación crítica, este hijo de temporeros de la CNT en la que se contaban miembros de la Columna Durruti puntualiza: "Estoy orgulloso de Suiza. Su Constitución y sus valores esenciales me sirven y los reivindico".
El cineasta, que comenzó a destacar con EXIT, un documental sobre el suicidio asistido en Suiza, trabaja ahora en Kosovo. "Filmo a las comunidades rom [gitanas] de la región. Su situación es trágica. No solo en Kosovo, sino en casi toda Europa oriental". Melgar hace extensiva la reflexión a su país: "Suiza se define cada vez más por la exclusión del otro. Del diferente. De hecho, es toda Europa".
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